El lado oscuro

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Sala de juego

Madrid, 25 de enero de 2019- La industria del juego ha crecido con un marco regulatorio y legal, necesario para asegurar el bienestar público y prevenir los impactos negativos de la actividad, si bien acorde con el desarrollo democrático de los distintos países. Nuestro sector produce una gran riqueza para la sociedad, contribuyendo con su oferta al entretenimiento y al turismo, y generando empleo y recursos a través de los impuestos a los que está sometida cualquier actividad y otras tasas específicas sobre el juego, ya que el desarrollo del sector ha estado íntimamente relacionado con políticas públicas que lo han aprovechado especialmente para financiarse.

Sin embargo, a pesar de esta contribución y seguramente en gran medida fruto de todos los actores de la industria, que no hemos sabido defendernos de los ataques con la suficiente seguridad, unión y claridad, el sector del juego sufre aún una gran denostación por parte de la opinión pública. Pero, ¿son los aspectos negativos de este negocio tan relevantes en comparación con los de otras industrias como para justificar la estigmatización que padece en algunas sociedades o círculos sociales? Este artículo pretende efectuar un aporte en la respuesta a esta cuestión, tratando de desentrañar los posibles factores que contribuyen a opacar la imagen de nuestra industria. Podremos así construir una visión de nuestro negocio más balanceada, profunda, sosegada y no contaminada por creencias sociales no revisadas rigurosamente.

El aporte social de nuestra industria

Entretenimiento

En nuestras salas se experimenta un ambiente distendido, de diversión. Muchas personas encuentran en ellas un lugar donde hacer amigos y pasar un rato entretenido, en un espacio de socialización y evasión. De hecho, una respuesta habitual de los empleados de Codere que tienen contacto directo con los clientes, cuando se les consulta qué es lo que más les agrada de sus trabajos, es “ver a gente divirtiéndose, pasándolo bien. Ver que estamos ayudando a que se sientan un poco más alegres”.

Generación de empleo

Nuestra industria contribuye significativamente a la generación de empleo no sólo directo, a través la contratación de colaboradores en salas de bingo, casinos, agencias hípicas e hipódromos, sino en forma indirecta, con proveedores y demás participantes de la actividad.

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Hipódromo Nacional de Maroñas.

En el caso de la industria hípica, el complemento con otras modalidades de juego permite alcanzar el nivel de rentabilidad que posibilita su desarrollo. De esta manera, se revitaliza la cría de caballos, estimulando actividades agrícolas que le sirven de apoyo y fomentando el desarrollo de industrias relacionadas. Finalmente, se logra un círculo virtuoso que permite incrementar los premios a los dueños de caballos, aumentando las carreras, mejorando el espectáculo y beneficiando a todos los participantes involucrados directa e indirectamente en el negocio.

Destino social de impuestos

Con la legislación de los juegos de azar y su posterior control, los gobiernos lograron canalizar y mejorar su recaudación de impuestos, derivando parte de las utilidades del juego a fines sociales, como la educación y la salud. En las industrias más maduras, los operadores se convierten de hecho en verdaderos agentes en el cobro de impuestos por parte del estado. Es habitual en esos casos que la industria de juego tenga altas tasas de fiscalidad (muy superiores a otras actividades del mercado), combinadas con regulaciones claras y estables que posibilitan inversiones con visión de largo plazo y fomentan a su vez prácticas de juego responsable.

Ayuda a sectores carenciados

En la mayor parte de las zonas geográficas en donde opera Codere, se afronta el desafío de la convivencia entre sectores altamente carenciados y otros con un nivel socioeconómico elevado. En este contexto, a través de las acciones de responsabilidad social corporativa, se provee ayuda a sectores necesitados.

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Donación de Codere Uruguay a la Fundación Celeste.

Desarrollo del entorno

Cuando se abre una sala, se observa un progreso económico en los comercios de su zona de influencia. Adicionalmente, mejora la seguridad del área y, en ciertos lugares, se incentiva el turismo. De hecho, algunos países han impulsado políticas favorables al desarrollo de la industria en forma combinada con el turismo, para que las mismas actúen como motores de desarrollo económico a través de la generación de inversiones e ingreso de divisas.

Aspectos negativos de la industria del juego

El pasado nos condena

El juego, incluido el de azar, es prácticamente tan antiguo como la humanidad y está tan ligado al desarrollo cultural de la civilización como el cine, el teatro, la literatura y todo lo que el hombre ha creado para canalizar sus momentos de ocio.

A mediados del siglo pasado, el juego en los Estados Unidos estuvo en manos de organizaciones criminales. El caso más notable fue el Casino Flamingo de Las Vegas, abierto en 1947 por Bugsy Siegel, quien llegó a obtener una licencia gracias a sus conexiones políticas, a pesar de su vinculación con la mafia. De esta forma, el juego se asociaba con ilegalidad, el lavado de dinero, la prostitución, el consumo no responsable sustancias, el robo, etc… Y los escándalos provocaron en varios estados su prohibición total.

Con el tiempo, inversores de mayor calidad institucional comenzaron a ingresar en el negocio y los casinos originales fueron cambiando de manos, hasta quedar bajo el control de empresarios responsables que actuaban dentro del marco legal.

En la actualidad, siguen existiendo en todo el mundo, aunque en menor proporción, operadores informales o relacionados con actividades ilícitas, que continúan contribuyendo a la mala imagen de la industria. Desde Codere, tenemos la responsabilidad (y la oportunidad), de denunciarlos en la medida de nuestras posibilidades y de transmitir que somos una compañía transparente, que actúa en el ámbito de la ley, que cuenta con un equipo profesional y que tiene como prioridad el juego responsable.

Malas compañías

El juego compulsivo suele ser asociado con otras actividades que también tienen efectos dañinos, como el consumo abusivo de alcohol, tabaco, drogas u otros vicios.  Sin embargo, las personas que padecen esta patología sufren conflictos en distintas áreas de su vida, y el juego excesivo es sólo parte de una larga constelación de anomalías o dificultades, que incluye disfunciones familiares, estrés psicológico y comportamientos desviados, antisociales o en algunos casos delictivos. Pero el juego patológico no es el origen de esas situaciones, sino una expresión más de los problemas de fondo preexistentes.

Otras “malas compañías”

Las salas de juego suelen asociarse con actividades condenadas legal o socialmente, como prostitución, tráfico o consumo de estupefacientes, robos, delincuencia, etc. Dado que brindamos un servicio de consumo masivo, y considerando la gran afluencia de clientes a nuestras salas, no sería serio afirmar que ninguna de esas actividades ocurren en las mismas, pero sí estamos seguros que la incidencia, de existir, es ínfima (como podría ocurrir en cualquier lugar donde se junten varias personas…). Quienes trabajamos en Codere, conocemos que  forma parte de nuestras prácticas el combate permanente de ese tipo de actividades en nuestras salas. Pocas cosas podrían perjudicar más la imagen de nuestras operaciones, el ambiente de seguridad de nuestros clientes o incluso afectar nuestras licencias, que no ser suficientemente efectivos en este frente.

Oposición de entidades religiosas

El juego de azar se contrapone con principios fomentados por entidades religiosas de enorme influencia social. Algunas religiones, como la islámica, directamente lo prohíben.

A diario se reflejan en los medios citas de autoridades de entidades eclesiásticas haciendo referencia a su oposición a la proliferación del juego, generalmente sin hacer distinción entre juego regulado versus no regulado, o juego responsable versus negocios oportunistas, y normalmente asociándolo a las malas compañías o aspectos ya desarrollados anteriormente.

Sin embargo, el Catecismo de la Iglesia Católica trata tangencialmente el tema del juego:

“Los juegos de azar o las apuestas no son en sí mismos contrarios a la justicia. No obstante, resultan moralmente inaceptables cuando privan a la persona de lo que le es necesario para atender a sus necesidades o las de los demás. La pasión del juego corre peligro de convertirse en una grave servidumbre. Apostar injustamente o hacer trampas en los juegos constituye una materia grave, a no ser que el daño infligido sea tan leve que quien lo padece no pueda razonablemente considerarlo significativo.”

Desde una perspectiva histórica, es innegable la íntima relación existente entre lo religioso y los juegos. Muchos documentos así lo prueban, y fue uno de los máximos teólogos del catolicismo quien teorizó sobre la conveniencia de la existencia de los juegos de azar, sentando asimismo las bases de lo que debe ser el juego responsable.

Santo Tomás de Aquino razonó de la siguiente manera cuando se preguntó si los juegos pueden ser objeto de virtud: “El hombre necesita reposo corporal de cuando en cuando, porque sus fuerzas son limitadas. Y el alma también exige someterse a esa misma ley, pues sus energías son igualmente limitadas. Sabiendo pues que el encanto del alma se halla en el placer, debemos buscar un placer apropiado que alivie la fatiga espiritual procurando un relajamiento en la tensión del espíritu”.

Es interesante citar que, antes, Aristóteles había relacionado al juego con la felicidad y la virtud, al entender que era desarrollado en un plano del ser humano que estaba libre del sometimiento de otros actos dictados por la necesidad.

Quienes trabajamos en Codere estamos convencidos de que el fin del juego debe ser el entretenimiento. La perspectiva del ser humano por la que abogamos es la que lo considera un ser esencialmente libre y consciente. Forma parte de su libre albedrío poder elegir la forma en que quiere divertirse, entretenerse o pasar su tiempo, sin condicionamientos externos o impuestos por otras personas o entidades.

Los tabúes, creencias sociales y la culpa

Es fácil observar que, excepto para los jugadores y quienes trabajan en empresas de juego, existe en la sociedad un profundo desconocimiento acerca de la operación de la industria del juego, que contribuye a que se acentúe la percepción del juego como un tema tabú.

Cuando profundizamos en la esencia del tabú, nos encontramos con mitos y condicionamientos sociales derivados de preceptos morales implantados por entidades que tienen por objeto preservar cierto statu quo, y por creencias “empaquetadas” y, por consiguiente, no revisadas.

En general, en las sociedades donde se estigmatiza al juego, se percibe que nuestros empleados y clientes experimentan un sentimiento de culpa que no es casual, ya que la consideración del entorno suele ser relevante en la autoestima de toda persona.

El juego ilegal

El vacío legislativo y la falta de supervisión de la operación en el terreno por parte de los organismos de control, favorecen la existencia de operadores ilegales, que no sólo compiten con ventaja sobre los operadores que actúan en el ámbito de la ley, sino que perjudican a toda la sociedad evadiendo impuestos.

Las prácticas de este tipo de operadores, que distan de lo que consideramos juego responsable y de un manejo serio de los negocios, contribuyen a las percepciones negativas en la opinión pública, que por falta de información no alcanza a diferenciar las operaciones legales de las que no lo son.

Afortunadamente, a medida que la industria madura, los estados logran mejorar paulatinamente las regulaciones y el control de los juegos de azar clandestinos, reduciendo progresivamente este flagelo. Como comentamos antes, tenemos la responsabilidad de sumarnos también a combatirlo.

Estrategias depredadoras de corto plazo

Existen operadores con estrategias depredadoras de corto plazo basadas en privilegiar la explotación al máximo de los clientes por encima de la experiencia de entretenimiento brindada. Esta idea equivocada, que no privilegia el juego responsable y la sustentabilidad del negocio en el largo plazo, contribuye a enturbiar la imagen de la industria, fomentando a su vez el juego compulsivo.

Corrupción y política

Normalmente todo negocio de juego está basado en una licencia otorgada por el estado. El proceso de emisión de licencias y de regulación de toda industria requiere del contacto entre el empresariado y el poder político.

Dicho contacto, en particular en los países de menor calidad institucional y consiguiente mayor corrupción, genera sospechas fundadas e infundadas en torno al proceso de obtención de las licencias o de eventuales favores políticos en aspectos de control por parte de los funcionarios de los organismos de regulación. La industria de juego no es la excepción, pero no difiere de otras industrias altamente reguladas (las empresas de servicios públicos cobran especial relevancia en este aspecto).

La existencia de empresarios con comportamientos corruptos en connivencia con el poder político colabora a la mala imagen de esta industria. Nuevamente, nuestra responsabilidad es combatir este tipo de comportamientos.

El juego problemático

Considerando las escasas mediciones actualizadas de esta patología en el mundo y, particularmente, en Latinoamérica, resulta difícil dimensionar este problema. Sin embargo, somos conscientes de su existencia y de la necesidad de tomar acciones para controlarlo.

Ofrecemos a continuación la tabla de incidencia del juego problemático en diversos países, de la que se deduce que el juego es una actividad recreativa, una alternativa de entretenimiento que no tiene consecuencias adversas para una gran mayoría de personas y que es un reducido promedio el que puede desarrollar comportamientos compulsivos respecto a la actividad.

Amalia

En este punto, cabe preguntarse si la ludopatía es inherente al juego o es una forma de expresión de un problema más profundo que puede manifestarse a través de otras formas de comportamiento adictivo (alcoholismo, drogadicción, etc.).

En una sociedad capitalista, donde el trabajo y el tiempo son las variantes naturales para mejorar las posiciones socioeconómicas, los juegos de azar pueden ser vistos como una posibilidad de ganar dinero repentinamente y sin mayores esfuerzos.

Es por ello que los operadores formales, conscientes de la realidad del juego problemático, asumieron su papel en el problema y desarrollaron el concepto de “juego responsable” –que no surge del ámbito médico,  sino empresarial-, para englobar el conjunto de prácticas que se comprometen a adoptar gobiernos y gestores de juego con el objetivo de prevenir y mitigar los efectos negativos que puede provocar la participación desordenada en los juegos de azar.

Desde la perspectiva del jugador, este concepto intenta designar una forma de juego controlada, segura, protegida y divertida, con fines recreativos y de integración social.

Conclusiones

La primera pregunta que surge tras un análisis objetivo de la industria de juego, es por qué ésta goza de peor reputación que otras cuyos aspectos sociales negativos tienen un impacto potencial igual o mayor.

Cualquier industria que analicemos tiene sus efectos colaterales, así como dilemas éticos entre la manera responsable de hacer negocios y la maximización de la rentabilidad. Por citar algunos ejemplos, podemos considerar la industria petrolera, la de la salud (laboratorios y prepagas), bebidas alcohólicas, gaseosas, cadenas de comidas rápidas, la industria bélica, las empresas de servicios públicos, las empresas de consumo masivo, los medios de comunicación, etc. En cada caso, existen aspectos derivados de las mismas que podrían afectar a la sociedad y/o plantear un conflicto entre el interés particular y el bien común.

Tras explorar el lado oscuro de nuestro sector, creemos que su peor imagen responde a creencias sociales no revisadas y tabúes, al manejo poco responsable de algunos de sus actores y a la escasa madurez de la industria en muchos países. Asimismo, creemos que la industria del juego no es más (ni menos) negativa que muchas otras que paradójicamente gozan de excelente reputación, y que en cada industria el desarrollo del negocio puede ser tan negativo o positivo como la empresa que lo lleve a cabo.

Como siempre, depende sobre todo de nosotros. Y valga tal vez una comparación entre el juego y la luna.

El juego y la luna

La luna es un astro que no tiene luz propia, su luminosidad está dada por el sol y por ello tiene dos lados, uno luminoso y otro oscuro, desconocido. Podemos considerar que con el juego pasa algo similar, en esta actividad su nivel de luminosidad estará determinado por quienes la operan y regulan.

En efecto, un indicio de que la industria del juego alcanza su madurez, se manifiesta cuando tanto la ciudadanía como los dirigentes políticos la ven como una fuente de ingresos para el estado y de experiencias de entretenimiento para el público. Alcanzar este punto de desarrollo demanda madurez en el ejercicio de la política y en la formulación de regulaciones, así como operadores de juego responsables que contribuyan a la transparencia y desarrollo sustentable de la industria.

Es responsabilidad de los operadores, los entes reguladores y el estado hacer que la industria del juego brille con todo su esplendor de aportes positivos. Si todos los actores actuamos con responsabilidad y transparencia, lograremos hacer con el juego lo mismo que sucede con la luna: que la gente se maraville con su lado luminoso, dejando de enfocarse en los aspectos negativos – reales o imaginarios – de su lado oscuro.