Cuando me incorporé ya se habían iniciado las apuestas, y se palpaba en el ambiente mucha ilusión, con un clima muy bueno en el que todos nos sentíamos partícipes de algo muy importante que iba a suceder. Había una gran implicación por parte de todos los compañeros en un proyecto nuevo y, cada vez que se abría un local, sentíamos que era un logro personal de cada uno de nosotros. Recuerdo que, con las aperturas de País Vaco, teníamos un listado de locales colgado en el tablón, y cada vez que se abría uno, nos invadía una felicidad enorme porque veíamos que el proyecto iba por el buen camino.